La transformación que nadie quiere ver
A las puertas de cerrar este 2024, y después de haber pateado unos cuantos kilómetros, una verdad emerge más clara que nunca: la IA no cura la «tontería» organizacional, solo la hace más evidente y costosa.
El espejismo tecnológico
Este año nos ha dejado lecciones imborrables sobre transformación. Hemos visto organizaciones correr hacia la última tendencia en IA como quien busca el Santo Grial, solo para descubrir que la tecnología más sofisticada no puede arreglar una cultura rota.
«La IA es como un espejo de aumento: refleja lo que somos, multiplica lo que hacemos, evidencia lo que escondemos»
La velocidad del cambio
Vivimos tiempos de gran aceleración. La tecnología avanza a toda velocidad; las tendencias se extienden y se extinguen con más rapidez que nunca, y las empresas se ven obligadas a moverse cada vez más deprisa. En este vértigo, la pregunta no es «humanos o máquinas», sino cómo integrar tecnología, propósito y legado.
Puedes tener las mejores herramientas, pero si tu cultura sigue anclada en el control, si tu liderazgo sigue basado en el miedo, si tus procesos siguen siendo del siglo pasado, la IA solo amplificará tus errores.
El verdadero motor del cambio
No es la tecnología la que transforma organizaciones. Son las personas. Es la mentalidad. Es la voluntad de cambio. Anticiparse, adaptarse y actuar. Invertir en IA, sí. Pero aún más en las personas. Hacia una empresa más humana.
«Una organización tóxica con IA es solo una organización tóxica más eficiente»
La paradoja de la transformación
En un escenario donde los cambios se suceden a una velocidad vertiginosa, propiciados por constantes innovaciones tecnológicas, cualquier predicción parece condenada a la rápida obsolescencia. Sin embargo, la reflexión merece la pena, porque nos obliga a recordar el verdadero rol de la dirección estratégica de empresas, que consiste más en «escribir» qué sucederá en los próximos años que en tratar de adivinarlo.
Mientras muchos hablan de transformación digital, pocos hablan de transformación mental. Mientras todos corren tras la última tecnología, pocos se detienen a transformar su cultura. Lo vemos cada día: empresas invirtiendo millones en tecnología y céntimos en personas. Organizaciones presumiendo de innovación mientras ahogan el talento. Directivos hablando de agilidad mientras mantienen estructuras feudales.
«La verdad duele, pero duele más ver cómo se desperdicia potencial, cómo se frustran ilusiones, cómo se mata la creatividad en nombre del siempre se ha hecho así»
El camino hacia delante
El futuro de la empresa no solo reside en su capacidad para adaptarse a los cambios, sino en su habilidad para conectar, inspirar y transformar a las personas. Es esa la dirección hacia donde debemos encaminarnos. En un mundo cada vez más complejo, aquellas organizaciones que se comprometan a liderar con humanidad, serán las que dejen una huella duradera y positiva, tanto en la sociedad como en el mercado.
Porque la verdadera transformación no empieza con algoritmos. Empieza con preguntas incómodas: ¿Por qué hacemos las cosas así? ¿A quién sirve este proceso? ¿Qué miedos nos impiden cambiar?
Porque el cambio real no viene en una caja, no se compra con un presupuesto, no se instala con un clic. El cambio real empieza cuando nos atrevemos a cuestionar, cuando dejamos de repetir mantras vacíos, cuando ponemos a las personas en el centro.
«Antes de soñar con la IA, cura tu tontería organizacional, o acabarás automatizando el caos»
Y el caos automatizado sigue siendo caos. Solo que más caro.
Imagen de portada: Jamie Ginsberg en Unsplash